Soy Otilia Inés Palma Bravo, dueña del food truck Linda Esperanza. Mi emprendimiento nace en 2012 de forma informal, momento de mi vida en el cual me encontraba sin trabajo y con necesidad de alimentar a mi familia. Soy madre de tres hijos, a quienes he sacado adelante sola sin cooperación de su padre que, por años, ejerció violencia intrafamiliar contra mí y mis hijos.

En un comienzo, comencé vendiendo pan amasado y dulces típicos chilenos por las casas de Cobquecura y, actualmente, vendo empanadas con productos del mar, dulces típicos, productos veganos y saludables.

Al tiempo, pude formalizar mi negocio, obtener un lugar establecido donde ofrecer mis productos y también diversificar la oferta. Junto a otros emprendedores, formamos una agrupación de comerciantes frente al Santuario Natural La Lobería, con la cual nos fue posible salir adelante en conjunto, obteniendo permisos y formalizaciones para nuestras microempresas. En lo personal, siempre me ha gustado la cocina: disfruto al entregar este servicio y ver el rostro de placer de quien degusta mis productos.

¿Cómo repensaste tu actividad para sobrevivir a la pandemia?

Durante la crisis sanitaria que afectó al país y los distintos emprendimientos turísticos, nos vimos en la obligación de reinventarnos y asociarnos con el resto de los empresarios turísticos de la feria libre La Lobería, de la cual formo parte y dirigí hasta el año pasado.

Fue de este modo que decidí implementar servicio de delivery financiado con los diez por ciento. También nos asociamos entre los distintos locatarios de la feria para comprar productos de seguridad sanitaria, según las exigencias del estado de emergencia sanitaria por la pandemia.

¿Cuál es el elemento diferenciador de Linda Esperanza?

Yo comencé inicialmente en Santiago vendiendo pan amasado que cocinaba en la calle en un horno artesanal. Luego de sufrir episodios de violencia intrafamiliar y al ver a mis hijos sufrir, decidí emigrar a la comuna de Cobquecura.

Acá seguí mi emprendimiento, ya que amo cocinar. Luego de esto, amplié mi rubro a la oferta de dulces tradicionales chilenos, como los pajaritos, los chilenitos, etcétera. Hoy en día, poseo un food truck equipado y adquirido con mucho esfuerzo, en donde además ofrezco empanadas con productos marinos representativos de la identidad cultural de las costas de Cobquecura y productos veganos y saludables con los más altos niveles de producción y sanidad. Con mis productos, busco que el consumidor recuerde de forma emotiva la identidad cultural de nuestra gastronomía tradicional.

He postulado y obtenido fondos gubernamentales, los cuales me han servido para equipar mi puesto de trabajo, consolidándome económica y familiarmente gracias a este.

¿Cómo ha sido la experiencia de emprender como mujer?

Desde los quince años trabajé, pero nunca tuve la oportunidad de surgir como deseaba. Sin embargo, en 2013 decidí emigrar a Cobquecura, lugar que me acogió y abrió las puertas. Al principio, fue muy difícil porque comencé con solo veinte mil pesos. En ese entonces, me di cuenta de que nadie vendía productos como pan amasado y tortillas.

Posterior a eso, en conjunto con otros emprendedores, formamos una organización de artesanos, con quienes pudimos obtener permisos y un espacio físico para ejercer nuestros negocios. Con el paso de los años, he postulado y me he adjudicado diversos fondos gubernamentales, los cuales me han servido para implementar mi puesto de trabajo.

Mi empoderamiento y garra materna me permitieron liderar la organización de comerciantes de la cual formo parte, todo esto en un territorio tremendamente machista. Sin embargo, a pesar de todo, he podido desempeñarme de buena forma, todo gracias al amor por mis hijos y mi familia.

¿Cuál es tu mensaje para aquellas mujeres que aún no pueden emprender o que todavía están en ese proceso?

Fui abusada a los cuatro años en un hogar del Sename y separada de mi familia; durante toda mi infancia de adulta sufrí violencia intrafamiliar por parte de mi exmarido. A pesar de todas estas experiencias horribles que han marcado mi vida, fui capaz de romper las cadenas. Viví en carne propia la violencia, sin embargo, fui capaz de romper el círculo vicioso y no repetir estas experiencias con mis hijos.

Busqué una mejor vida para mi familia. Acá en Cobquecura me sané, este lugar es mágico y me llenó de vida. Así pude reparar mi autoestima y enfrentar demonios que por años han afectado a mi persona.

Actualmente tengo dos hijos profesionales y un tercero estudiando en la universidad, con orgullo puedo decir que todos mis hijos son personas virtuosas, de bien y esto me llena de orgullo por sobre todas las cosas. Puedo decir que, a pesar de no tener estudios, me superé con paciencia y perseverancia. Los sueños se cumplen.