Sussana fue la emprendedora destacada de la Región de Tarapacá en el concurso Mujer Empresaria Turística 2022 por Andino Travel, empresa de transporte y agencia de turismo con que releva la cultura aymara.
Soy Sussana Yuminna García Mamani, dueña de Andino Travel, emprendimiento turístico que inicié por una inquietud personal que tuve desde pequeña, que consiste en dar a conocer mi cultura de manera directa y con una atención personalizada, como mujer aymara, nacida y criada en la localidad de Pisiga Centro, comuna de Colchane. Una vez que se dieron las condiciones para hacerlo, emprendí con mi negocio en el año 2019.
Durante la pandemia, hice varias cosas. Entre esas, vendí quínoa, tengo una pequeña oficina en el Paseo Baquedano. También me contrató una empresa de antropólogos que quería conocer los lugares sagrados del altiplano para un estudio. Lo más importante es que entré a estudiar energías renovables en el CFT Estatal de Tarapacá, carrera que estoy próxima a terminar.
La idea de ofrecer un servicio turístico sustentable, con identidad y calidad la comencé a desarrollar a partir de mi experiencia, primero, como artesana tejedora. Formé junto a otras mujeres aymaras la empresa Layra Sawuri y, durante cinco años, llegamos a ser sesenta mujeres.
Después, formé Andino Travel, mi agencia de viajes. Compré un furgón a crédito, conversé con emprendedores que habitan Colchane y distintas localidades del altiplano que ofrecen artesanía, desayuno, almuerzo, etcétera, con los cuales trabajo en forma colaborativa. Diseñé una ruta, poniendo en valor mi cultura, relevando nuestra identidad como pueblo originario.
El resultado que he tenido ha superado mis expectativas, ya que los turistas me manifiestan su agrado y satisfacción y recibo mucho cariño. Los guiados los realizo personalmente con mis vestimentas ancestrales y comparto con ellos la experiencia cotidiana de un aymara en su territorio: pastoreando, cosechando quínoa y viviendo en el altiplano una experiencia mágica e inolvidable.
Como señalé en un principio, mi origen aymara me marcó desde siempre. Con mucho esfuerzo pude ir a la escuela en mi localidad y cuando cumplí trece años me vine a Iquique a estudiar la enseñanza media. Por primera vez cambié mi axo po, el uniforme y mis hojotas por los zapatos del colegio. Quienes incentivaron esta decisión fueron mis profesores en la escuela, porque mis padres querían que me quedara en casa, preparándome para casarme.
En Iquique, me internaron en el hogar para estudiantes del interior que se llama Ururi. De ahí, salía al liceo y del liceo al hogar, que depende de la Junta Nacional de Auxilio Escolar y Becas. Mi visión del mundo se amplió: terminé el cuarto medio con buenas notas y comencé a trabajar como contadora. Y después, a los veinticuatro años, me casé y me fui a la comunidad de Ancuaque, de donde es mi esposo. Tuve tres hijos y cuando ellos estuvieron más grandes nos vinimos a Iquique, para que ellos pudieran estudiar. En Iquique, le di un giro a mi vida.
Como mujer aymara, mamá de tres hijos adolescentes, puedo indicar que para mí ha sido esencial estudiar y prepararme con un objetivo claro. Mis hijos y mi esposo me siguen e incluso mi hija mayor que es traductora de español e inglés también trabaja conmigo.
La experiencia que tengo como dirigente artesana aymara también marcó mi vida. Comprendí que la fuerza que tenemos las mujeres es inmensa para superar hasta los obstáculos más irremontables que nos pone la vida. En mi caso, también tuve que luchar contra los prejuicios y una tradición muy fuerte que me decía que yo tenía que quedarme en casa para servir a mi marido y cuidar a mis hijos, en la cual la posibilidad de ser independiente no tenía cabida.
Me siento feliz y llena de optimismo porque creo que he logrado compatibilizar esa visión con mis sueños y aspiraciones y sin darle la espalda a mi cultura. Por el contrario, dándole todavía más valor, al enseñársela a otros que también la valoran y respetan.
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