Conoce la historia de la seleccionada de la Región de Metropolitana de Santiago para el concurso Mujer Empresaria Turística 2021, quien supo mantener a flote su negocio a pesar de la crisis provocada por la pandemia.
Soy Celeste Paz Painepan Nicul, dueña de Akucha, mi negocio de platería mapuche. Tengo una vitrina en el interior de nuestro restorán familiar Perpiacere, que por dieciocho años está ubicado en Catedral esquina Maturana, en el corazón de Santiago. Somos tres hermanos, criados a orillas del fogón por nuestra madre Isabina Nicul Catalán y nuestro padre Mariano Painepan Montri, taxista de oficio.
Nuestra ñuke (madre), cocinera, mujer mapuche, valiente y trabajadora, toda su vida vendió empanadas y tortas en su comuna, destacándose mucho, hasta conseguir concesiones de casinos en distintas empresas del sector industrial de Cerrillos. Nos enseñó todo acerca de este noble oficio y, además, aprendimos juntos los secretos y los saberes de la platería mapuche, con maestros plateros antiguos. Mi madre nos motivó a seguir y trabajar nuestra motricidad fina desde pequeños. Cocinar y hacer joyas es muy parecido, pues es ahí donde se encuentran los elementos sagrados: el fuego, el agua, la tierra, los alimentos, los minerales, las historias y las tradiciones.
La capacidad de adaptación rápida en torno al mercado. También la actualización y la implementación de los nuevos protocolos sanitarios. La actualización y la modernización de las nuevas formas de comercializar, tanto en compra, venta y despachos de encomiendas a nivel nacional e internacional. Pude adaptarme y subsistir a la crisis sanitaria. Fue este nuevo contexto el que hizo más visible mi trabajo como rütrafe (joyera) mapuche que he venido realizando hace ya once años en torno a la divulgación y la puesta en valor de la cultura mapuche.
Fue así que aumentaron la cantidad de entrevistas y las charlas sobre la platería y cosmovisión mapuche, en Zoom, transmisiones, conversatorios, cápsulas de video para centros culturales y museos. Parte del eje de acción para sobrellevar la crisis fue aumentar la inversión en tecnología y recursos digitales, como un smartphone, una web cam, una cámara profesional de fotografía, trípode, caja de luz para fotos profesionales de joyas con base giratoria. También aumentó la inversión en campañas de marketing vía redes sociales.
El oficio de la orfebrería es mi herencia familiar. Antiguos rütrafe nos han trasmitido el oficio y su simbolismo por generaciones. Cuando tenía cinco años, mi chuchu (abuela) Antonia, viajó desde Lautaro a Santiago para regalarme mi primer par de chaway (aretes). Celebramos el Katan Kawin, ceremonia de la perforación de orejas durante el solsticio de invierno de nuestro Año Nuevo Mapuche. Así es como heredamos nuestra sabiduría ancestral, el kimün, que nos ha sido trasmitido por generaciones. Soy heredera de un oficio antiguo que forma parte de nuestra cosmovisión mapuche. Esta es mi pasión, mi vida, mi trabajo.
En los inicios de nuestro negocio familiar, el apoyo de mis hermanos Eduardo y Mariano fue fundamental, tanto a nivel económico como emocional. Ellos fueron los primeros en apoyarme, en formalizarme, darme un espacio y regalarme una vitrina para mostrar mi trabajo en su local en Santiago. Allí recibía visitas y clientes interesados en la platería mapuche y las tradiciones de nuestra cultura.
Luego vinieron las invitaciones a ferias y muestras de arte y artesanía en Chile y en el extranjero. Estos encuentros y viajes fueron realizados con aportes propios y apoyo estatal. Pude proyectarme comercialmente a mercados europeos con apoyo de Corfo, ProChile, Dirac y un viaje con misión comercial con otras diez mujeres empresarias junto a la presidenta Michelle Bachelet. En paralelo, he podido viajar a La Araucanía, visitar a mis familiares, las comunidades y participar también de ceremonias y rogativas que me permiten vivir mi cultura como mujer mapuche.
Como mujer rütrafe, heredera de un oficio ancestral, nacida y criada a orillas del fogón, les invito a compartir el newen, la fuerza, la energía física y espiritual que se necesita para vivir en armonía con nuestra madre naturaleza y todos sus seres, desde los más pequeños a los más grandes y ser valientes como nuestros ancestros.
Para eso, debemos conocer nuestros territorios, su gente, sus ciclos, para respetarlos y amarlos. Sentirnos orgullosos de nuestros linajes, de nuestra cosmovisión. Por eso, las llamo a prácticar el küme mongen, que es el buen vivir con nuestras familias y la comunidad, para trabajar unidos. Pero lo más importante es crecer juntos, abrazar la vida en todas sus dimensiones, dejar un legado potente a las presentes y las futuras generaciones es nuestra responsabilidad como che, como gente, decían nuestros kuyfikecheyem (antepasados). Ser norche (persona justa), ser kümeche (persona buena), ser newenche (persona valiente), ser kimche (persona sabia).
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