Rosa Orellana Ramírez, ganadora del concurso Mujer Empresaria Turística 2021 por el Restaurante Reina Marina, con el que rescata productos y tradiciones de la costa de Cobquecura en la Región de Ñuble.
Soy Rosa Orellana Ramírez, dueña del Restaurante Reina Marina, emprendimiento que comencé en 2009 de manera informal, en un momento difícil de mi vida: luego de ser víctima de violencia intrafamiliar durante mucho tiempo por parte de quien, en ese entonces, fuera mi pareja y el padre de mis hijos, decidí separarme. En ese momento, quedé sola con hijos pequeños, sin empleo ni medios de subsistencia para mi hogar, ya que mi expareja en ningún momento volvió a colaborar con la crianza y la manutención de nuestros hijos.
En un comienzo, no tenía nada más que mi gran habilidad para la cocina y los conocimientos sobre los productos del mar. Al principio, comencé a vender colaciones y almuerzos para trabajadores del sector. Luego, con el paso del tiempo, mi emprendimiento se fue masificando hasta llegar el año 2014, cuando pude formalizarme con todos los requerimientos sanitarios y legales. Así es como pude adquirir diferentes financiamientos a través de fondos públicos concursables, los cuales fueron de gran ayuda para obtener un impulso económico.
La crisis sanitaria a la cual nos hemos visto enfrentados ha sido algo que afecta a todos los rubros socioeconómicos en diferentes medidas. En el caso del rubro gastronómico, en primera instancia, nos asociamos con diferentes empresarios locales para poder abastecernos de amonio cuaternario, alcohol y alcohol gel en Chillán de forma colectiva, ya que en Cobquecura no había disponibilidad.
Por otro lado, tuvimos que educarnos respecto a las nuevas normativas sanitarias y asociarlas como un hábito en el desempeño habitual del trabajo. A su vez, surgió la necesidad de establecer ventas por delivery, entendiendo que la forma de asociarse cambió debido a este nuevo contexto. En ese sentido, entendí que es necesario adaptarse y buscar nuevas formas de ventas con nuestros clientes y que las crisis pueden ser una oportunidad para rediseñar estrategias y construir nuevos caminos. Por eso, la actitud a la hora enfrentar los problemas es crucial. No se debe olvidar sonreír, sobre todo en el rubro de la gastronomía.
Mi emprendimiento consiste en la venta de comidas típicas de la gastronomía chilena asociadas al mar de Cobquecura. Le damos valor agregado a la preparación de productos propios de este territorio, pero elaborados, los cuales no se encuentran en ningún otro local de la zona. Como, por ejemplo, los productos marinos ahumados.
Nuestra identidad es ofrecer al cliente comida casera, con productos frescos y elaborados con mucho cariño, porque rescatamos también la identidad propia de la gastronomía del territorio de Cobquecura, así como también el rescate de platos y elaboraciones olvidados, como el caldo de harina tostada. De esta forma, el cliente no solo tiene la posibilidad de degustar comida tradicional chilena y típica de la zona costera, sino también vivir la experiencia de la reconstrucción histórica propia de nuestras tradiciones y que últimamente se han quedado en el olvido. Nuestros clientes suelen mencionar recuerdos de infancia al degustar nuestros platos.
Las barreras de género que he tenido que sortear a lo largo de mi carrera en el mundo gastronómico son personales y sociales. En el caso de las dificultades a nivel personal, fue difícil salir adelante con hijos y un trabajo que realizar luego de sufrir violencia intrafamiliar. Pero siempre creí en mí, ya que de mí también dependía el bienestar de mis hijos. Fue un proceso duro empoderarme de mis habilidades y enfrentar al mundo laboral, sin embargo, mi familia me hizo recobrar fuerzas.
Por otro lado, fue necesario adquirir capacitaciones y conocimientos propios de una empresaria. A nivel social, existe toda una estructura de pensar machista, la cual excluye de alguna forma al mundo femenino, no obstante, el apoyo mutuo entre mujeres y la gestación de una red de apoyo social y protección son cruciales. Ya no estamos solas, siempre hay una compañera o amiga en quien apoyarse: en ese sentido, la colaboración y el mutualismo es clave.
Fui víctima de violencia, sufrí golpes y malos tratos. Sufrí también aislamiento, por el cual todo aquel que violenta hace pasar a su víctima. También padecí del desmoronamiento de mi autoestima y amor propio. Sin embargo, como el ave fénix, volví a surgir. Y eso fue por amor, por amor a mis hijos y a mí misma. Amarse es un trabajo lento y duro, no es fácil, muchas veces pensé en renunciar, pero ahí estaban ellos, con su mirada inocente y su sonrisa eterna: lo hice por mis hijos, mi familia, mi tesoro.
Yo sé que no soy la única mujer que ha sufrido esto y no seré la última. Conozco la oscuridad y la dependencia emocional, pasé por el sometimiento, pero también conozco el proceso de volver a florecer, en donde nos trasformamos de capullo a mariposa, abrimos nuestras alas y emprendemos el vuelo, resplandecientes y multicolores. No es fácil pedir ayuda, no es fácil sanar, pero se puede… Yo soy un ejemplo viviente de que se puede y lo hice por amor. Mis hijos fueron mi salvación.
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