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Marcela Iriarte Pizarro y su regreso a la Cuna del Sol

Prevencionista de riesgos de profesión, pero amante delos animales por vocación. Volvió a su tierra para hacer realidad su sueño, lo que la llevó a ser una de las ganadoras del concurso Mujer Empresaria Turística 2020.


La historia de Marcela Patricia Iriarte Pizarro es una de resiliencia. O de mono porfiado, como prefiere llamarla ella. Supo sobreponerse a un cáncer de mamas que la aquejó por cerca de dos años, afrontar la cesantía luego de que la despidieran del que fue su trabajo por más de dos décadas y salir adelante con sus tres hijos tras un divorcio. Sin embargo, las ganas de alcanzar su sueño fueron más grandes.

Se había ido a los diecisiete a estudiar a Concepción y volvió treinta años después para concretar su anhelo. Siempre amó los animales, por lo tanto, emprender en algo relacionado con ellos era una opción. También quería encontrar una forma de vida sustentable y desarrollar un negocio que le permitiera respetar el entorno donde vive, su natal Chañaral de Carén, en la comuna de Monte Patria, Región de Coquimbo.

Ese sueño hoy se llama Cuna del Sol, un corral de amansa racional de caballos que invita a vivir experiencias únicas a quienes gustan de la vida campestre y de convivir con la nobleza y la gran energía positiva que entregan los caballos. Y todo ello en un ambiente privilegiado por la naturaleza, con una terraza panorámica que da hacia el valle del río Grande y con vistas impresionantes para disfrutar de experiencias astroturísticas por la noche.

“Mi negocio se inicia por la necesidad de ser solvente, de cuidar animales abusados y enfermos que llegaron a mi vida por distintas circunstancias, como rescates u obsequios. Su mantención era costosa, pero quería amansarlos con cariño y darles seguridad”, explica esta empresaria de cincuenta y un años, una de las ganadoras del concurso Mujer Empresaria Turística 2020.

La amansa a la que se refiere Marcela es racional, un método ancestral sin maltrato ni violencia que usa la técnica del susurro como base combinada con música de arpa en vivo, el sello de Cuna del Sol. Allí, junto a su compañero de vida y primer amor, Claudio Araya Díaz —con quien se reencontró tras veintitrés años sin saber de él—, preparan también a los caballos para otros temas específicos, como cabalgatas, terapias antiestrés, equinoterapias para niños especiales, un servicio que han entregado al Centro Comunitario de Rehabilitación de Monte Patria, con valiosos resultados para la comunidad.

Caer y levantarse como una forma de vida

Ser dueña de un corral de caballos es una labor poco usual para una mujer. Esta ha sido una de las barreras culturales más difíciles de superar que ha enfrentado Marcela Iriarte desde que empezó con su negocio, a principios de 2019. “Se cree que cualquier hombre podría saber más del tema, pero con paciencia y perseverancia logré integrarme y encontrar el respeto en el rubro. Tener la valentía de instalar un corral de caballos y cabras y salir adelante con todos mis animales en tiempos de escasez hídrica ha sido una odisea”, relata.

Es que tuvo que aprender mucho, pero con esa fuerza que irradia llegó incluso a ser la presidenta de la Comunidad Agrícola Las Mollacas, motivo de orgullo para ella, pues abrió un lugar para las mujeres. Dice que, desde que inició su negocio, ha motivado a las mujeres emprendedoras locales. Recuerda muy especialmente la primera feria a la que se asoció, una para el eclipse solar del año pasado: “Logramos evidenciar un impacto económico y social. Realizamos una clínica de herraje equino con la participación de profesionales y visitas al pueblo, lo cual permitió a las personas dar hospedajes, almuerzos y capacitarse en cuidado de caballos y su herraje. Además, reutilizaron las herraduras para confeccionar artesanías típicas”.

—¿Cómo recuerda esos momentos en que estaba todo cuesta arriba?

—Volver a empezar de cero nunca ha sido fácil, pero nosotras sabemos de eso y no importa cuántas veces caigamos, volver a pararse es lo importante. Así me pasó a mí, como a tantas otras mujeres. Caí hasta tocar fondo, sin salud, sin trabajo, sin mi familia unida. Hoy miro hacia atrás solo para ver que era necesario pasar por todo eso para renacer y fortalecerme. La vida quita, pero también da y yo decidí  tomar la oportunidad.

—¿Cuál es el mensaje que entrega a otras mujeres que pueden verse en situaciones similares?

—Yo sufrí, por eso ayudo a nuevas emprendedoras, nos apoyamos para surgir juntas. Una hace empanadas, otra trabaja en lana, otra hace pasteles, otra vende destilados, el mejor pisco. Mi mensaje es que sí se puede: reinventarme era mi desafío; costó, pero superé el cáncer, mis hijos están bien y aman los animales como yo.

Esta es Marcela Patricia Iriarte Pizarro, mujer empresaria turística que torció la mano a su destino. Luchó hasta alcanzar su sueño, ese de reinventarse y salir adelante. ¿Cómo ve la vida desde ahora? Así: “Amo y me aman, de aquí para adelante nada más”.

Marcela Patricia Iriarte Pizarro

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corralcunadelsol@gmail.com

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