Esta artesana que trabaja la totora, junto a su hija menor, se propuso preservar la cultura y la identidad de su comuna. Sus creaciones, que consisten en fruteros, esteras, paraguas, pocillos, fundas para maceteros y una infinidad de trabajos que realiza con sus propias manos, han captado la atención de muchos turistas, quienes no dejan de sorprenderse con su arte.
“He ido paso a paso doblándole la mano al destino, empoderándome de mi vida a fuerza de trabajo, demostrándome a mí misma y al resto que se puede salir adelante”. Estas son las palabras con las que se define Luz Cartes, de 51 años. El camino no ha sido fácil para esta pequeña microempresaria, que ha debido superar muy duros momento y quien conoció de cerca la pobreza.
La distancia no es un impedimento para mantener el contacto con los clientes. A Luz, la visitan turistas nacionales y extranjeros; ha recibido personas de Argentina, El Salvador, Bolivia y Ecuador.
De forma muy simbólica, bautizó su servicio turístico como El Gasú Artesanía en Totora, en honor a uno de su hijo que falleció trágicamente en Batuco: “Mi hijo siempre está presente. Él me da fuerzas para luchar y seguir haciendo cosas. Mientras yo viva, jamás morirá su recuerdo”, confiesa sin esconder emoción.
—Luz, ¿cómo comenzó este emprendimiento?
—Por desesperación. La verdad es que el papá de mis niñas falleció y me quedé sin ningún ingreso, en la pobreza misma. A raíz de este hecho, uno de mis hermanos me enseñó cómo trabajar la totora. Posteriormente, me acerque a un organismo de estado buscando empleo y, como llevaba dos trabajos a la persona que me atendió, le interesó y me hicieron ver que esto es un arte. Entonces, comencé a capacitarme y en este minuto vivo de mi artesanía.
—¿Qué ha sido lo más difícil que le ha tocado vivir como empresaria?
—Los inicios. En un comienzo, el camino fue muy pedregoso, de muchas dudas, porque yo no sabía nada de negocios ni de atención de público ni de cómo exponer en una feria. A medida que fue pasando el tiempo, me fui perfeccionado y tomando más confianza y seguridad en mí.
—Lo que realiza es un rescate patrimonial. ¿Cuénteme de qué se tratan sus creaciones?
—Nunca pensé que la fibra vegetal me iba a traer tantos beneficios y satisfacciones. Estamos rescatando una identidad local, porque la totora la extraigo de la tierra, de las faldas de los cerros de Idahue. En cada salida, promovemos nuestros productos para que no muera este oficio, que corresponde al patrimonio material e inmaterial de nuestro pueblo.
—¿Su artesanía es reconocida en otras regiones del país?
—Sí, somos conocidos a nivel nacional e internacional. Hace poco, me visitó una comitiva de El Salvador, vinieron a conocerme y a llevar algunas artesanías. Gracias a las redes sociales, me han conocido, estamos siempre mostrando nuestras creaciones en las vitrinas que tenemos disponibles.
—¿Qué tipo de turistas la visitan y qué les ofrece a ellos cuando vienen?
—Los hago pasar a mi sala de venta y luego al taller, donde quedan maravillados. No hace mucho, me visitó una turista de Buenos Aires, que me encontró en internet. ¡Que maravilla que haces vos!, me dijo (risas). Ese tipo de comentarios alimenta al espíritu.
—Usted dicta talleres, ¿en qué consisten?
—Van dirigidos a niños de tercero a octavo básico del Colegio de San Vicente. Les hago clases, ya que fueron ellos quienes pidieron el taller, y ha funcionado bastante bien. Además, a los turistas que me visitan, les hago ver cómo ejecuto los trabajos y, si se motivan, les enseño el tejer en totora.
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